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Nací en Sofía, capital de Bulgaria, hace ya más de 80 años. Llegué pequeño a Venezuela y usurpé la nacionalidad de acá, lo cual me ha valido mucho. He sido guerrilero, profesor universitario, diputado, ministro, candidato a presidente, editor de periódicos y hasta mujeriego, padre y abuelito...

domingo, 31 de julio de 2011

Armando León, Hernández Delfino y Alesia Rodríguez acompañaron a Teodoro Petkoff en sus fechorías con bonos de la deuda pública

Armando León, Carlos Hernández Delfino,
Alesia Rodríguez  y Teodoro Petkoff se llenaron los
bolsillos con bonos de la Repúiblica 
A las operaciones con bonos Globales realizadas por Petkoff, Hernández
Delfino, Armando León y Alesia Rodríguez estuvieron siempre acompañadas  del estigma del escándalo. Luego del traumático proceso que se gestó durante la fase inicial de su emisión, en septiembre de 1997, otra historia ensombreció de nuevo los títulos de la República en julio de 1998.

Fue un hecho que los operadores de deuda externa en Nueva York calificaron de “extralimitado el manejo de la información confidencial”, un grupo de instituciones financieras extranjeras y bancos de inversión "supuestamente” logró acceder con 48 horas de antelación a datos internos de la empresa calificadora Moody's que aseguraban la drástica degradación que ésta le otorgaría a los papeles de deuda venezolana.
Los Global Ven18, se emitieron con un vencimiento de 20 años (prescriben en el año 2018), un diferencial de 800 puntos base por encima de las Letras del
Tesoro de Estados Unidos y un rendimiento de 13,6%.

Recuerdan fuentes vinculadas a Wall Street que la valoración desfavorable que otorgaría Moody's a las obligaciones venezolanas el miércoles 22 de julio de 1998 logró filtrarse entre algunas instituciones financieras dos días antes, es decir, el 20 de julio. Aunque siempre es muy difícil comprobar ese tipo de hechos, puesto que gran parte de las transacciones de bonos se ejecuta fuera de bolsa, lo que sucedió el 20 de julio de 1998 nunca tuvo otra explicación que no fuera la filtración de información.

Repasemos que ocurrió el séptimo mes de 1998: mientras la mayoría de las bancas de inversión recomendaba no invertir en papeles venezolanos, y así se reflejó en la caída que mostraron los títulos a partir del 6 de julio, un grupo de instituciones financieras extranjeras y bancos de inversión salió el 20 de julio a ejecutar millonarias adquisiciones de Globales sin explicación alguna. Es decir, que el repunte de las transacciones de papeles venezolanos que se dio el 20 de julio en el mercado de valores de Nueva York impulsó el precio de los Globales a 76,25%, más de cuatro puntos sobre el valor que tenían una semana antes.

Maritza Izaguirre brindó el  pretexto para endeudar al país
En principio, se especuló que el anuncio del plan de emergencia fiscal por parte de la nueva ministra de Hacienda, Maritza Izaguirre, había activado expectativas favorables con respecto al futuro de Venezuela, pero el salto que mostraron las operaciones de los Globales el 20 de julio no tenía ninguna explicación.

Esa situación dio pie a una serie de investigaciones y fue así como se descubrió que un grupo de instituciones y bancos de inversión hicieron ventas de Globales venezolanos “en corto” (vender títulos que no posees y luego sales a comprarlos más baratos, para cubrir las anteriores operaciones). En otras palabras, conocida la calificación de Moody’s, entre el 22 y el 23 de julio los corredores acudieron al mercado para comprarlos más de tres puntos por debajo de su valor.

En síntesis, la ganancia de estas transacciones estuvieron en que los grupos financieros, que sabían de antemano que Venezuela sería degradada, salieron al mercado a negociar títulos -que no poseían- a una atractiva tasa de 76,25%, y tres días después ejecutaron adquisiciones a una tasa de 72,25% para cubrir las ventas que habían hecho a sus clientes el 20 de julio. Esta diferencia les permitió vender caro y comprar barato. Estas operaciones en "corto" le generaron ganancias millonarias a un grupo de instituciones financieras extranjeras y bancos de inversión.

Ahora bien, Moody’s es una calificadora económica de mucha reputación y prestigio. Poco podía estar interesada en arriesgar su reputación en una acción tan burda. ¿Quién filtró la información? Sólo las autoridades financieras y sus operadores manejaban los escenarios económicos que llevaron a la empresa calificadora a emitir una opinión negativa sobre la deuda venezolana.  Información relacionada con reservas internacionales, ganancias petroleras, inflación, situación de las empresas básicas rumbo a ser privatizadas, deuda con arruga, en fin, toda la perorata que formaba parte del vocabulario ministerial del máximo vocero chiripa: Teodoro Petkoff.

Las desventajas para el país no quedaron en las astronómicas ganancias obtenidas por corredores de bolsa y un selecto grupo de clientes bien informados. Los daños a la República fueron mucho más allá. Al decir de la Comisión de Finanzas de la Cámara de Diputados, que abrió una investigación al respecto, los Global Ven18 superaron en lo malo para los intereses del país al canje de los Globales de 1997.

Dicha afirmación se sustentó en el hecho de que se comprometió a la República a pagar durante 20 años una tasa de interés en dólares muy elevada (13,6%), superior a la que habían asumido por esos mismos meses países con mayor riesgo soberano que Venezuela. Los Petkoff-bonos marcaban un hito en la historia de la deuda nacional.

La operación de Ven18 estaba contemplada en la Ley Paraguas de 1998, aprobada en diciembre de 1997, sin embargo, tardó siete meses en ser ejecutada, período en el cual el precio de la deuda venezolana (bonos globales) cayó desde 82% hasta 68%. La responsabilidad de esa operación recaía en el Ejecutivo y el BCV, organismo que por su Ley (art. 42) es agente financiero único del gobierno nacional y debió gestionar y colocar dichos créditos lo antes posible.

El desaguisado financiero se hacía cada vez más público, lo cual movía el piso al dúo Hernández Delfino y Alesia Rodríguez Pardo. Ambos se defendieron o más bien se desentendieron abiertamente a través de los medios de comunicación. Eso sí, al tiempo que preparaban el equipaje para abandonar el BCV y el Ministerio de Hacienda.

Por ejemplo, en carta enviada a El Nacional, Hernández Delfino, quien fungía de director del BCV, afirmó que su participación en la operación citada “se limitó al cumplimiento de las responsabilidades que la ley impone al directorio, a señalar la conveniencia de considerar estructuras alternativas de financiamiento (...) y a participar en reuniones con la comunidad de inversionistas en representación del Banco Central..."

No obstante, en su currículo siempre ha destacado su amplia experiencia en materia de crédito público (refinanciamiento de 1990, canje del 1997) y, sin embargo, se desentendían de los Petkoff- bonos Ven18. Cabía preguntarse: ¿quién asumió el mandato legal que tiene el BCV como asesor de crédito público en la colocación de los Ven18? ¿Habrá sido un portero o un vigilante del instituto emisor? ¿O toda la operación la realizó Petkoff, Alesia y Armandito León? ¿Ellos solitos?

En conclusión. Si existiera un Nóbel para el ministro más versado en comprometer el futuro de miles de ciudadanos de un país, y asegurar hasta la quinta generación de su descendencia, sin duda, ese premio, sería para Teodoro. Con los Ven18, Petkoff marcó récord con la peor negociación que con deuda pública se haya hecho en Venezuela. Superó en lo malo el canje de bonos globales de 1997, dejó en pañales el “engaño Lusinchi”, aquel pajarito que pío tarde.

Teddy emitió bonos con 20 años de plazo, a una supertasa de interés fija de 13,62%, un costo que, además de ser récord para Venezuela, superó con creces el interés que por tradición han pagado países en situaciones casi de guerra, como Rusia (11,75%) y Turquía (9,9%).

El endeudamiento a 20 años con semejante tasa fija colocó a la República en una economía de extremo. En los años consiguientes las condiciones económicas del país mejoraron (suben los precios del petróleo y la economía crece), el precio de esos papeles, negociados por Teddy, se colocan por encima de 130% de su valor nominal, lo cual significa una enorme transferencia de riqueza para los clientes de JP Morgan -agente colocador de la emisión- en contra de los intereses de la República.

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